Después de las Revoluciones Naranja, promovidas por Estados Unidos en Ucrania y Georgia respectivamente, en ambos países se instauraron Gobiernos pro-occidentales a principios de la década de los 2000.
Las esperanzas de cambios y mejoras sociales se vieron pronto defraudadas en Ucrania con Yushenko y en Georgia con el actual presidente Saakashvili. Si bien esas aperturas a Occidente y a EE.UU., más específicamente, resultaron beneficiosas para muchos supuestos inversores extranjeros que adquirieron a bajo precio, propiedades y empresas en ambos países; los ucranianos y georgianos, no vieron mejoras en sus vidas, no así la nueva élite política liberal que se enriqueció con la reventa del gas ruso en Ucrania y con las exportaciones y ayudas internacionales en Georgia.
Desde su no reconocida independencia de Georgia en los años 90, muchos ciudadanos osetios y abjasos, tradicionalmente aliados de los rusos en el Cáucaso (frente a los musulmanes chechenos, recuérdese la matanza de Beslán en Osetia del Norte, que pertenece a la Federación Rusa), han ido solicitando la nacionalidad rusa.
Al principio les era difícil obtenerla, pero en los últimos años, -conforme Georgia se acercaba más a EE.UU.-, Rusia fue otorgando su ciudadanía a cada vez más osetios y abjasos, con lo cual ahora tiene una excusa para intervenir en defensa de sus ciudadanos.
Crisis económica y rearme
El objetivo de dichos dispendios era doble, el declarado de ingresar en la OTAN y ser un incondicional aliado de EE.UU.. Para ello Georgia envió uno de los mayores contingentes de soldados a Irak (2.000 hombres), sin contar con los georgianos mercenarios contratados directamente por empresas americanas (Blackwater, etc.) y la presencia de instructores militares estadounidenses e israelíes en bases georgianas.
-La desastrosa situación económica,
- la corrupción y
- el aventurismo político ultra-americanista de Saakashvili,
han logrado unificar en su contra a grandes sectores de la población y a los heterogéneos grupos de oposición política, dentro y fuera del Parlamento georgiano. Entre todos los sectores de oposición provocaron una crisis de Gobierno y forzaron hace poco más de un año unas elecciones presidenciales adelantadas, en las que muy a duras penas venció Saakashvili.
Este agosto, el presidente georgiano decidió, con su Ejército rearmado y mejor entrenado reconquistar Tsijinvali, destruyendo de paso muchas casas de osetios y causando muertes de civiles (más del millar según fuentes surosetias). Ello provocaría el éxodo de éstos a su vecina Osetia del Norte (en Rusia), y así la población mayoritaria en Osetia del Sur sería de etnia georgiana y favorable a la reunificación con Georgia.
La confianza en su renovado Ejército estaba justificada, comparándolo con su debilidad de años anteriores, pero aún así sólo habría triunfado si Rusia hubiese reaccionado más moderadamente o se hubiese desentendido de sus compromisos con los surosetios. Pero no ha sido así.
Cuando la dictadura argentina veía sus días contados por la oposición interior se lanzó a la suicida reconquista de las Malvinas, fue una apuesta arriesgadísima, pero mientras duró unificó al país bajo el sentimiento de patriotismo y permitió a los militares seguir gobernando. De haber ganado, habrían salvado su Gobierno y pilotado la transición. Por el contrario la derrota aceleró su caída.
Parece que estamos ante el mismo caso con el presidente Saakashvili, si Rusia hubiese reaccionado más tenuemente, habría reafirmado su continuidad en el poder y su modelo de sueño americano. Pero ahora parece ser que será Rusia, quien frenando o continuando con su ofensiva, decidirá si se independizan Osetia del Sur y Abjasia, y aún más si desea provocar una crisis en Georgia que cause en breve plazo un cambio de presidente.
ANTONIO ROMEA - Universidad Complutense -
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