“ONU e instituciones internacionales controladas por EEUU, son cómplices de las Guerras Coloniales del S.XXI” por Antonio Romea. http://antonioromea.blogspot.com
La OIEA, la ONU, El Tribunal de la Haya, el Premio Nobel y otras instituciones dejaron de ser neutrales después de la Guerra Fría (1950-1989), pasando a dar cobertura ideológica a las potencias ganadoras -EEUU, GB, Israel-, que después de la derrota del bloque soviético se han lanzado a dominar el Mundo, mediante nuevas Guerras Coloniales (desde 1991-2011: Somalia, Yugoslavia, Iraq, Afganistán, Sudán, Libia).
El Representante de la ONU, en Iraq, Butler espió para la CIA y mintió sobre las armas de destrucción masiva en Iraq (2001), para dar excusa a la guerra e invasión (2003) que han destruido el país, causado un millón de muertos y 4 millones de refugiados.
Empresas americanas y británicas se repartieron las concesiones de explotación del petróleo y billonarios contratos de reconstrucción, seguridad, asesoramiento, etc... Casi una década después, los servicios a la población, sanidad, educación, suministro de agua potable y electricidad, aún no han sido restablecidos a los niveles previos a la guerra.
Antes de la invasión de Afganistán, también se hizo una campaña mediática contra al Qaeda y el Burka, que aún hoy se sigue vistiendo, para poner a la población occidental contra Afganistán, y justificar su invasión y apropiación de sus recursos por parte de EEUU y sus aliados. Sin embargo la ONU no censura las masacres de civiles con aviones no tripulados de la CIA (2008-2011).
Después de los años 90, el Tribunal Penal Internacional de la Haya, no pudo demostrar la implicación del ex Presidente Yugoslavo Milosevic en crímenes de guerra, sino que simplemente defendió Yugoslavia como legítimo Presidente y ayudo militarmente a los serbios que estaban en guerra civil con los bosnios en la vecina Bosnia-Herzegovina. Extrañamente se le envenenó en las celdas de dicho Tribunal, siendo su Presidente Carla di Ponte.
Sin embardo en los mass media occidentales se lanzaron campañas sobre los derechos humanos "violados" en Kosovo, lo cual sirvió de cobertura ideológica para que la OTAN bombardease Belgrado y crease un micro país, no reconocido por España, que existe solamente para servir de sede a la mayor base militar de EEUU en la región.
En 2011, cuando las tropas etíopes apoyadas desde el aire y financiadas por EEUU, fracasaron en su invasión de Somalia, la ONU lanza una campaña contra el hambre, de la que no se ocupó durante la invasión etíope-americana y contra el gobierno somalí, que es islámico y no acepta el control de empresas extranjeras en su territorio, la ONU pronto requerirá protección militar para distribución de alimentos.
La división, destrucción y control de los recursos de Sudán (territorio y petróleo) es un objetivo de Israel y EEUU desde hace décadas, es el llamado plan Yinon. Al cual también da cobertura la ONU, al dar propaganda a unas crisis humanitarias como la de Darfur, silenciando otras. Así, la ONU no informó, ni condenó la invasión del Oeste de Sudán por parte de su vecino Tchad, (con asesores militares franceses y americanos), en un intento de escindir una parte de territorio sudanés, lo cual dió origen a la crisis de refugiados de Darfur. La ONU y EEUU apoyaron la escisión de Sudán del Sur, que Jartum ha aceptado tras celebrar un Referendum, algo que no se permite en ningún Estado occidental.
Cabe esperar que pronto la ONU seguirá la política de EEUU, en fomentar un conflicto interfronterizo en una zona de yacimientos petrolíferos entre los dos Sudanes.
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Bombardeo Bagdad, 2003 |
En Libia (oct. 2011), una Resolución de la ONU censurando los supuestos bombardeos de Gadaffi contra la población, sirvió de cobertura legal para el bombardeo de Tripolí, Sirte y otras ciudades por parte de la OTAN, lo cual acabó con el linchamiento y asesinato de Gadafi sin juicio y servirá a las empresas de Gran Bretaña, Francia e Italia que intentan repartirse las concesiones de explotación del gas y petróleo libios, y los contratos de reconstrucción y obra pública.
Por Antonio Romea.
Intérprete y Analísta de Política Internacional (UCM)